miércoles, 3 de abril de 2013

EL CASTILLO DE LA ENERGÍA

El próximo domingo 7, a las 16 hs., presentamos "El Castillo de la Energía", libro de Nicolás Angel Caputo, ex trabajador de la usina General San Martín. Y lo hacemos subiéndonos a la balsa que construimos junto a él este verano, réplica de aquella que utilizaba con sus compañeros del equipo de buceo de la usina, allá por los años sesenta. Texto y artefacto invitan a entender el pasado como una construcción compartida en la que el decir y el hacer intentan darse la mano.


El “Castillo de la Energía” cuenta una historia de la usina General San Martín, ese edificio que tantos señalan a la hora de pasar lista a los “monumentos arquitectónicos” que engalanan nuestra ciudad. La mirada, sin embargo, no está puesta en los arcos y las almenas que ornamentan su fachada. Atraviesa las inmensas puertas del castillo para interesarse, en cambio, por todo lo que allí se hizo, año a año, día tras día, para que la central marchara y con ella el puerto, Bahía Blanca y buena parte de la región. Porque esta es una historia de la usina contada desde el punto de vista de unos de sus trabajadores, Nicolás Ángel Caputo, Angelito, como lo llaman sus amigos, quien fuera mecánico y buzo de la central por más de 30 años.

En un museo taller hacer un libro supone, claro, escribir, que Ángel agarre la birome para volver visibles, sobre los renglones de unos cuantos cuadernos “Maratón” y “Potosí”, palabras en mayúscula que cifran y expresan lo que recuerda, pero también implica grabar horas y horas de entrevistas, buscar fotografías, corroborar nombres de compañeros en las listas del sindicato, dibujar el eje de una turbina, salir en un programa de tele, ensayar una canción con los muchachos de ‘Salvemos al castillo’ o fabricar una balsa con tambores industriales.

Todo eso hicimos junto a Ángel durante un año entero de labor, confiados en la idea de que más allá de las características de un edificio, no hay patrimonio sin un colectivo que se reconozca como su propietario y guardián, es decir, sin una historia que establezca un sentido de conjunto y de continuidad que nos vincule como sociedad con todo aquello que de otra manera no sería más que un “montón de cosas viejas”.

Ángel habla y escribe para sus compañeros, pero también por ellos, en el sentido de “en su nombre”. Porque si bien esta es una historia de la usina contada desde la experiencia particular de un trabajador, esa experiencia no hubiera sido posible sin la de sus 150 compañeros. Y eso parece estar claro no sólo para el autor de estas páginas, sino también para muchos de sus colegas que con un “Traémelo” reservaron un ejemplar cuando este libro era todavía una expresión de deseos.

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